25/11/12

2 historias para pensar

El frasquito o de perfume de sándalo

Los discípulos creían o querían creer que con sólo ser iniciados por su maestro, ya les bastaría para progresar espiritualmente el poder liberar la mente de sus ataduras. Acudieron a visitar alimentos le dijeron:

-Venerable maestro, ¿no bastaría con tu iniciación para que como ella recorriésemos seguros la senda hacia la suprema liberación?

El maestro guardó silencio. Dos días después entregó a cada uno de los discípulos su correspondiente frasquito herméticamente cerrado. Todos ellos contenían hace que desamparo. Les dijo:

- Depositad gusto frasquito, sin tocarlo, cada uno en su celda en celda.

Así lo hicieron los discípulos. Transcurrieron algunos días y, de repente, el maestro le reprendió suavemente:

- ¡Insensatos! Ninguno goles a sándalo. ¿de qué sirve que os haya entregado el más puro y aromático de los perfumes de sándalo si no lo habéis usado? Del mismo modo, por mucha iniciación que un maestro de a su discípulo, si éste no trabaja asiduamente por su evolución interior, nunca recoger a su aroma.
  

La madera de sándalo

Erase una vez un hombre que había oído hablar mucho de lo perfumada que era la madera de sándalo y de su gran calidad. Nunca había tenido ocasión de verla ni olerla y ardía en deseos de hacerlo. En su afán pro satisfacer su anhelo, comenzó a escribir cartas a todos sus amigos y a pedirles en ellas que le enviaran un trozo de madera de sándalo. Estaba seguro de que alguno de ellos accedería a su petición. De este modo, escribió innumerables cartas a lo largo de varios días y sus consecutivas noches, cada vez más anhelante por conocer esa madera tan especial. Siempre hacía el mismo ruego:

- Por favor, no dejéis de enviarme un trozo de madera de sándalo.

Pasaron unos días y, mientras escribía una vez más solicitando una muestra de madera de sándalo, mordisqueó el lápiz en un momento en el que se quedó abstraído y, de repente, olió el aroma que desprendía. Entonces, lleno de alborozo, se percató de que la madera del lápiz era, precisamente, de sándalo.

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