A diferencia de otros materiales como el papel, el aluminio, los materiales ferrosos y el vidrio, el reciclaje del plástico presenta todavía grandes dificultades. Es aconsejable, por consiguiente, reducir en lo posible la adquisición de recipientes de plásticos, cuya difusión, desgraciadamente, se encuentra en auge irrefrenable, hasta el punto de que el plástico constituye actualmente el veinticinco por ciento en volumen de los residuos sólidos urbanos.
Sólo en los vertederos públicos, terminan cada año cerca de un millón de toneladas de materia plástica, equivalente a un consumo anual de 11 kg por habitante.
A esta enorme cantidad de desperdicios estadísticamente cuantificable, hay que añadir además la gran masa de recipientes abandonados en el entorno. Se considera que cada año terminan, sólo en el mar, más de cuatrocientos mil objetos, entre botellas, vasos y distintos recipientes de plástico.
Además de las botellas, uno de los mayores peligros para el medio ambiente lo constituyen las difundidísimas bolsas. Según valoración del Ministerio de Industria, cada año se producen en España cuatro mil millones de bolsitas de plástico, cuya eliminación representa uno de los mayores problemas del “universo de los desperdicios”.
Las bolsas biodegradables
El intento de hacer pasar por biodegradables las bolsas obtenidas del polietilenos al que se ha añadido almidón, que puede ser atacado por microorganismos, ha resultado ser, tras los primeros entusiasmos, una de las mayores “ecoestafas” de los últimos años. Numerosas investigaciones llevadas a cabo por expertos de distintos países han revelado muy escasa modificación en la estructura química de las bolsas supuestamente biodegradables, una vez expuestas a la acción de los agentes atmosféricos.
Hacia nuevas normas
En USA se ensayan nuevos microorganismos capaces de biodegradar el plástico. También se trabaja con ratas, genéricamente seleccionadas que degradan el plástico y el PVC al ingerido, como ha sucedido espontáneamente en las fábricas de Nueva Orleans.
En Europa, varios países cuentan con normas legislativas que obligan a los ayuntamientos a realizar recogida selectiva de plásticos. Pero a España aún no han llegado dichas normas y en otros países, como Italia, existen pero no se cumplen. El vidrio se recoge selectivamente porque es negocio, quizá tengamos que esperar a que el plástico lo sea.
Por todo ello, la única alternativa todavía válida sigue siendo la de sustituir los productos de plástico por otros más ecológicos o, por lo menos, más fáciles de reciclar, como las bolsas de esparto, papel o algodón y las botellas y recipientes de vidrio.
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