Ésta es una ensalada de pleno invierno, tan sencilla como los productos que la componen. La col tiene que ser pequeña, blanquecina y ligeramente enfriada, ya que así tiene un sabor más suave. Las patatas se deben asar en el momento que estén calientes y tiernas, mientras la conserva de tomate les da ese toque del confitado.
Comerse una ensalada de col para desayunar, a media mañana, con unas rebanadas de pan tostado y acompañada de una buena longaniza, es un gran placer gastronómico que es aún mayor si lo hacemos en la alta montaña.
Una buena comida, aunque sea muy sencilla, si está acompañada de la magia estacional y del espacio gastronómico adecuado, se convierte en uno de los mejores placeres del mundo.